A veces se disfraza de verdad, de realidad, incluso hace que pensemos nuestro objetivo cumplido, mientras ella se desternilla de la risa escondida bajo su perfecto disfraz.
Pero cada vez se esconde peor, su disfraz perfecto empieza a envejecer y a perder credibilidad ante la experiencia, ante los años pasados y las decepciones. Lo malo es que llega un momento en el que ya no distinguimos una mentira de algo verdadero y puro. Llega el momento en que no nos creemos nada. Nada.
Porque todo es mentira.
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