miércoles, 15 de diciembre de 2010

Vacaciones Navideñas en el Vall d'Hebrón

Una semana de ingreso, eso es lo que me auguró el médico de urgencias hace hoy 6 días. Un médico amable, aunque algo desconcertado ante las dudas que le asaltaban días atrás al verse incapaz de diagnosticar nada en concreto sobre lo que me estaba pasando. Finalmente después de idas y venidas a urgencias, lograron entre varios encontrar el problema. Yo no sé cuantos médicos llegaron a verme, podría atreverme a decir que unos diez en total. Finalmente como ya he dicho encontraron un diagnóstico y me dijeron lo que pasaría en los siguientes días. A parte de los días de hospital que pasé a causa de la cesárea cuando tuve a mi hija, jamás me habían ingresado. He de decir, aunque sea una evidencia, que no me gusta estar ingresada, no me gusta porque me siento encerrada en una habitación de paredes color hueso, cortinas amarillentas, donde el olor a enfermedad se me mete hasta las entrañas, donde, por la noche, no paran de entrar enfermeras a tomarme la presión, a ponerme el termómetro, y cuando creo que ya no van a entrar más llega otra con el almuerzo, y entonces...ya es imposible volver a dormir, a parte de tener los brazos y el trasero que parecen coladores por la retahíla de inyecciones que me ponen diariamente. Como parte positiva de todo esto debo decir para ser justa, que no he conocido nunca personal tan amable como el de este hospital, las enfermeras son cariñosas, simpáticas, dulces y atentas, lo mismo que todos y cada uno de lo médicos que me están atendiendo. Desde luego que se suponen profesiones vocacionales, pero eso no quita que muchas veces nos encontremos con algún que otro desplante en el personal de según que centro sanitario. Aquí no, de verdad que yo creo que no podrían ser más amables. Si todo va bien pasado mañana me envían a casa, si todo va bien...eso espero porque echo de menos mi cama, mi cola-cao por la mañana, mi ducha, mi sofá, mis pitillos, mi música, mi calle, mi barrio, mi rutina diaria que se ha visto truncada durante unos días y a la que echo de menos más que a mi cola-cao, que ya es decir...

Creo, después de esta experiencia, que no damos valor a nuestra salud, al estar bien, no nos damos cuenta de lo que significa tener salud hasta que de repente nos vemos envueltos en medicamentos, hospitales y más inconvenientes que surgen cuando uno no se encuentra bien. Incluso se me ha pasado por la cabeza dejar de fumar una vez salga de aquí, no sé si lo conseguiré, ya me he visto en esa lucha y me reconozco francamente débil, pero planteármelo seriamente ya lo considero un pequeño triunfo.

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